Este verano en Tánger me llamó la atención los pocos perros que había por la calle siendo paseados por sus correspondientes amos. Cuando lo cuento, los chistes sobre el asunto son múltiples; algunos muy desagradables y otros graciosos e imaginativos.
El año pasado en Cádiz me ocurrió lo contrario, sobre todo en el barrio de la Viña, parecía como si una voz en off dijera; “No salgan sin sus perros”, pues lo raro era ver a un hombre o mujer con un solo animal.
Como yo no soy muy amigo de los animales en cautiverio, pues me gusta que todos tengan sus espacios, los observo y me llaman la atención porque yo nunca los tendría.
El otro día en la calle San Fernando de Sevilla, me paré en seco cuando vi la escena que muestro; una señora plácidamente en una cafetería viendo pasar la vida mientras su perro la mira con paciencia y admiración.
¡Se admiten chistes sobre esta situación!