La luna azul

El otro día comiendo con dos de mis hijos estuvimos hablando, entre otras muchas cosas, de los recuerdos de la infancia. Es curioso que el mayor me comentó hechos que yo recordaba perfectamente y él lo relataba con amplias lagunas donde la verdad la suplía con imaginación. El pequeño contó que se acuerda cuando tenía pañales y fue a coger, no se qué. El mayor le dijo: «¡Anda ya, eso es mentira, cómo te vas a acordar de eso!» y entonces los tres, entre risas, llegamos a una misma conclusión. Tantas veces los padres nos cuentan anécdotas de cuando éramos pequeños que los recuerdos confunden a la mente soslayando la realidad y la ficción. No es mentira cuando cuentas lo que crees que has vívido y sobre todo; sentido.

Tenía una compañera que vivía de la mentira y a pesar de todo le tenía mucho aprecio, pues era tan sincera cuando contaba las cosas inciertas que te las creías durante ese breve espacio que narraba sus supuestas peripecias. Eso sí, algunas veces se le iba tanto la imaginación que había que decirle: «¡Oye, te estás pasando!» Le perdí la pista hace ya mucho tiempo pero cada vez que me acuerdo de ella, me descubre una sonrisa en la cara y pienso en los múltiples personajes que me interpretó durante un tiempo importante en mi vida.

También he tenido amigos que han utilizado la mentira como medio de escape. Lo que ocurría era que eran tan inteligentes (si, siempre me he rodeado de amigos muy listos, ellos han sido mi mayor fuente de sabiduría) que me resultaba imposible rebatirle la evidencia, eso sí, cuando la evidencia era tan evidente nos reíamos todos a carcajadas.

Hace unos días me creí una mentira; “El 31 de julio de 2015 será el día de la luna azul”, cómo mi imaginación cuando le interesa algo comienza a volar, me quedé con el titular de la noticia. Hoy, la luna no ha sido azul y si alguien quiere conocer porque le llaman así, sólo tiene que teclear en google. Lo que ocurre es que en algunas fotos la luna sale azul. ¿Quiere decir que he manipulado la foto?. Todo el que me conoce sabe que no me gusta desvirtuar la imagen, pero también estoy seguro que si alguien me demuestra que he subido el tono azul de algunas fotos; sonreiré.

La mentira no es siempre mala, pues algunas veces te hace imaginarte lo que realmente quieres ver y además cuando no hace daño importante a la persona, el resultado anecdótico es divertido. Claro, no es lo mismo estos tipos de mentira que la traición, pues lo último, duele mucho.

TCuento

Esta mañana he recibido un correo de mi hijo, que decía: « Esta idea para unas camisetas no esta mal» y me adjunta unas fotografías que hice hace unos años que muestro en la portada. Lo primero que pensé fue; « ¡y ahora me lo dices!», pues cuando empecé a cuajar la idea de hacer unas camisetas para mostrárselo a Sol Pikman en su tienda I Love Chuches, mi hijo, que es diseñador, me dijo que no lo veía, o por lo menos eso es lo que entendí y por lo tanto, la idea y las fotos se quedaron en el baúl de los recuerdos.

En estos momentos que dos personas inquietas y creativas como son Carlos Telmo y Ana Zapico, se han unido conmigo para lanzar entre otras cosas una linea de camisetas, me ha dado muy buenas sensaciones el mail que esta mañana he recibido de mi hijo, porque desde el primer momento que le dije que me gustaría hacer camisetas con fotos mías, él me apoyó, ofreciéndome su colaboración desinteresada.

Julio Cesar cuando cruzo el Rubicón pronunció la famosa frase:«Alea iacta est» y esa es la frase que con ilusión y también con expectación vamos a gritar muy pronto el equipo de TCuento.

FIN DE LAS VACIONES

Nunca supe despedirme de unas vacaciones, aunque siempre me suena una canción. “Adios con el corazón”. Tantos finales de verano cantándola cuando era joven e inexperto que ahora que soy mayor y todavía inexperto la música suena en mi corazón cuando me voy alejando del lugar donde la monotonía se convierte en tu mejor aliado. Tengo la sensación extraña de haber estado mucho tiempo en el mismo lugar y poco tiempo en el mismo sitio. A veces las contradicciones son la mejor alianza para el disfrute.

Leyendo el blog de los recuerdos me asiento en la realidad que viví. Insisto a mis amigos, aunque casi nunca me hacen caso, a que escriban y fotografíen sus viajes y lo repasen al cabo del tiempo, pues son volverlos a vivir al cabo del tiempo. ¡Anticiparse a los recuerdos requiere un mínimo de esfuerzo!

Espero leer los post de esta semana el año que viene antes de venir de vacaciones para recordar los buenos momentos que he sentido. Sé, que las imágenes me recordarán risas, reflexiones y compañía.

Me siento muy gratificado por los comentarios jocosos que algunos me han enviado: ¡Incluso los negativos!. Ver y observad lo cotidiano es lo que más me gusta. Investigar la costumbre del ser humano en mi silla de playa es para mi, lo más distraído del mundo.

Dando las gracias a todos los que me siguen, termino con esta paja mental, (como dice mi amigo Francisco) dándoles las gracias a Juan y Laura por su generosidad impagable y como decía una amigo mío cuando quería que lo dejaran en paz: ¡Adioooooooooooos!.

P.D. Las últimas fotos que muestro están hechas con el corazón, recordando a mi amigo Pablo Beca que hoy está pasando por el duro trance de despedir fisicamente y para siempre a su progenitor. ¡Amigo, espero que sientas este fuerte abrazo que te mando desde la distancia. Te lo envío con la perpetuidad que tiene lo publicado y que aunque no te de ánimo, pues hoy no lo hay, te de consuelo!

Desde mi silla de playa

Desde mi silla de playa veo, observo, fotografío y luego escribo. Eso sí, ni todo lo que veo lo fotografío ni todo lo que observo lo escribo. Ayer me adelanté a la pareja que esperaba la puesta de sol para realizar el reportaje fotográfico ( por cierto, siguió el ritual que describí ayer y además se le unió otra pareja), para hacerle fotos a los dos bellezones que estaban esperándome a pie de playa; Sol y Berta.

A diferencia del hombre, que lleva a la espalda el barroquismo bético, mis fotos no son tan cuidadas y medidas como las de este señor, más bien son fotos robadas que intentan reflejar lo cotidiano, pues la belleza es natural como la vida misma.

Posado playero

¿Quién no se ha sentido en algún momento de su vida atractivo?. Desde el gran observatorio playero que regento al atardecer desde mi silla de playa, observo continuamente esa teoría.

Mi obsesión por ver el rayo verde llega a la paranoia, pues solamente lo he visto una vez. Ayer por la tarde vi algo que me llamó la atención relacionado con lo verde, aunque para mi desgracia no con el rayo. Desde el día que Berta le picó el bichito en el dedo del pie, las tardes han consistido en bajar con una silla de playa a observar al personal que merodea por estas lindes. Cómo somos animales de costumbres, cada uno acota sus territorio en el mismo sitio, lo que te lleva a familiarizarte con el comportamiento de los vecinos de playa circunstanciales. Hace tres días, desde un mirador y esperando el rayo verde, me llamó la atención como una señora posaba, cual modelo, ante las fotografías que le hacía su pareja con el móvil. Sus posturas y gestos eran absolutamente sugerentes para el fotógrafo. Después de unas risas y unos comentarios algo sarcásticos, llegué a la conclusión de que todo el mundo se merece su minuto de gloria y me dije: «¡Ole por la señora, que se siente guapa y atractiva y así se lo demuestra a la cámara de su marido!»

Ayer, la pareja hizo lo mismo y yo, a lo James Stewart en «La ventana indiscreta« (como comentaba Ana Zapico), fotografié la escena dándome cuenta de algunos detalles que el primer día pasaron desapercibidos. La camiseta del realizador de las imágenes tenía el escudo del Betis más grande que jamás he visto expuesto en una espalda. El ritual de la señora seguía las mismas premisas; primero sacaba un espejo de aumento, se llevaba un par de minutos peinándose para después maquillarse y con una feminidad digna de la mejor actriz del momento, se levantaba para posar cual diosa de los mares ante la luz más maravillosa del día.

Estoy escribiendo este post justamente antes de bajar a la playa para ver el espectáculo de la pareja que durante las tardes cumplen un ritual digno de ser escrito y fotografiado. Cuando llegue, seguramente, el campamento base estará montado; sombrilla, música caribeña (eso sí, no muy fuerte, sólo la escuchan ellos), nevera y dos sillas playeras. Primero se pegarán un baño, para después de acicalarse ella un buen rato peinándose el pelo, tomar ambos dos un bocadillo con una cerveza y esperar pacientemente a que el crepúsculo del sol vaya apareciendo para iniciar la sección fotográfica. Primero, se levanta él para colocase su camiseta del Betis sin mangas, y ante una breve espera, se dispondrá a inmortalizar las posturas sugerentes de su femenina pareja.

El primer día me causó risa, pero ayer me produjo ternura y no sólo por el escudo que el hombre lleva en la espalda y que yo lo llevo grabado en mi corazón, sino por el cariño con el que la pareja cumple con el ritual.

Espero ver hoy la escena como algo natural, pues observaré a una pareja que se divierte de una manera diferente a lo que yo estoy acostumbrado. Después de tantos años yendo y viniendo a la playa, me he dado cuenta que no hay nada mejor que sentarse en una silla a observar como cada uno es feliz a su manera.

El Titanic y El Nautilus

Hace dos años, escribí un Post sobre “El Titanic de Costa Ballena”. Estos días lo he echado de menos, incluso alguna vez me he preguntado donde estaban estos puestos ambulantes que hacen las delicias de los niños y las desdichas de los padres.

Esta mañana, me ha dado una inmensa alegría ver como tanto “El Titanic» como su compañero “El Nautilus”, estaban a punto de navegar por las inmensas arenas de la playa de Costa Ballena, con el orgullo de lucir las dos banderas que representan su idiosincrasia; Andalucía y España.

P.D Adjunto el post que escribí.

El titanic de Costa Ballena<a

El Titanic de Costa Ballena

“La imaginación al poder”, fue la frase más famosa del mayo francés del 68. Hoy en día cuando pronunciamos esta frase ni siquiera pensamos en el eslogan que los estudiantes franceses crearon para rebelarse contra el poder establecido y así intentar cambiar el mundo.

Cuando he visto esta mañana por la arena de la playa “El Titanic” es la expresión que se me ha venido a la mente. Tres personas; dos hombres, uno delante con una especie de vuvucela recortada y una mujer, tiran del carro orgullosos de su país y de su región, para ofrecer por un módico precio chucherías y refrescos para los niños, y cervezas frías para los padres. El negocio, por lo menos hoy, ha sido todo un éxito, pues cada parada que hacían, aproximadamente cada 50 metros, se le agrupaban bañistas ansiosos por comprar sus productos.

Estoy seguro que a los “Gurú” del “saberlo todo” y “perdona vidas” si les dices que tienes un negocio en mente en el que participarían tres personas que consiste en hacer una especie de barca con ruedas y colocar en ella bolsas repletas de chucherías y cajas de corcho blanco para conservar las bebidas frías y venderlas entre un euro y un euro y medio, pondrían cara confusa y dirían: « No lo veo». Pero si además le cuentas que a la barca le vas a poner el nombre, “El Titanic” y que todo el día recorrerás un playa familiar, llevando la bandera de España en primer lugar seguida de la bandera de Andalucía , te dirían con una seguridad aplastante: «Tu negocio tiene menos futuro que “El Titanic”.

Creo más en la imaginación que en las estadísticas, prefiero a estos trabajadores incansables de la playa que lo único que pretenden es ganarse un dinero honradamente durante los pocos meses que dura el verano que a engominados prepotentes que sólo piensan; primero en ellos, en segundo lugar en nadie y en tercer lugar en algunos afines a su causa. Prefiero a estos incansables de la playa que a los salvadores de los trabajadores que lo primero y único que buscan es lucrarse bajo el paraguas de la prepotencia poco imaginativa. Prefiero a los que luchan que a los que se esconden tras su inteligencia. Prefiero lo sencillo a lo complicado.

En fin, hoy he pasado un buen día de playa imaginando como “El Tinanic”, no se hunde.

Desde una silla de playa

Ayer un bichito misterioso e invisible le dio a Berta un picotazo en un dedo del pie mientras dábamos un paseo por la orilla de la playa, eso hizo que el paseo durara muy poco pues además del dolor intenso, el dedo se le puso como cuando Falete se come tres platos de fabada en No-Kitchen. (Esto no es publicidad encubierta sino cubierta).

El bichito misterioso e invisible, hizo posible que durante una hora estuviera sentado en una silla de playa y desde ese lugar, que tan poco me gusta, hiciera fotografías con un objetivo potente. El resultado es el que muestro, aunque por la ley de protección del menor he borrado las caras a los niños que aparecen en ellas.

La calma

Después de la tormenta siempre llega la calma y ayer fue un día de calma. Los que me conocen y me siguen saben que lo qué más me calma es pasear por la playa al atardecer. Después del fin de semana desesperante por culpa de un concierto colocado en un lugar inapropiado conseguí cumplir con uno de los propósitos de las vacaciones; relajarme.

Durante esta semana de vacaciones sólo pretendo encontrar el equilibrio de espíritu que me de la tranquilidad necesaria para afrontar los nuevos retos que comenzarán muy pronto. Ayer al atardecer, paseando por la playa, comencé a sentir y a fotografiar el propósito de esta semana de vacaciones.

Mi libertad

Me acuerdo que en el colegio cuando la democracia se estaba instaurando en el país de lo que más se hablaba era de libertad. La idea que nos inculcaban en aquella época era que la libertad consistía en hacer lo que nos apetecía pero siempre respetando la libertad de los demás. Este principio siempre lo he tenido presente a lo largo de mi vida, por eso me llama tanto la atención cuando veo que ese principio no se respeta.

Estoy en Costa Ballena en un agradable chalet que una cuñada nos ofrece para descansar unos días. La casualidad ha hecho que coincidamos con un macro concierto con lo que el descanso deseado está reñido con el divertimento juvenil, pues los tonos musicales; sobre todo los tonos bajos, hacen imposible concentrarse en lo que más le apetece a uno por la noche que es simplemente dormir.

Esta mañana paseando por la playa me he dado cuenta de la verdadera magnitud del acontecimiento que por la noche a penas me dejó descansar. La basura que sobre la playa había, era algo que me ha hecho plantearme una pregunta. ¿Quién respeta mi libertad?.

No estoy en contra de que la gente se divierta, tampoco estoy a favor de que se prohiban los espectáculos musicales. Pero lo que exijo y espero es que cada cual se comprometa a cumplir con sus obligaciones y eso requiere que se utilice el sentido común.

En una zona residencial, donde el ambiente predominante es familiar, no es lógico que permitan concentrarse en unas pocas hectáreas a 20.000 personas donde la mayoría de los asistentes son jóvenes que cuando consumen bebidas alcohólicas y algo más, ansían la libertad propia pero no la ajena. No es coherente que los buenos intencionados turistas que han pagado o han alquilado un hotel o un apartamento en Costa Ballena y sus alrededores se vayan mas estresados de lo que llegaron, por la sencilla razón de que la música no les ha dejado descansar. Es inhumano bajar a la playa para dar un paseo y encontrar suciedad por todas partes, porque aquellos que la producen les importa un rábano que la haya. Es indignante que los que respetamos y luchamos por la libertad de otros no seamos correspondidos de la misma forma.

La foto que muestro no es el resultado puntual de una casualidad sino la consecuencia de una irresponsabilidad.