
No siempre en las grandes catedrales se encuentra a Dios. Una diminuta, oscura y nada opulenta iglesia, puede ser el lugar elegido para encontrarse con la divinidad. Eso es lo que me ocurrió el otro día cuando fui a ‘El Camerino’ un lugar fuera de lugar donde se entra por un rincón que se pierde por la calle Castellar de Sevilla. Atravesando varias bocacalles que parecen que no te van a llevar a ninguna parte, te encuentras con un local que o te gusta o te enamora. Si, habrá gente que se deprime al verlo, pero claro, en la especie humana hay especímenes que le han quitado en la fábrica de la amortiguación de los detalles sensibles el diferencial del gusto.
No hay nada más flamenco que lo auténtico y el otro día en ‘El Camerino’, lo descubrí. Como nací de serie con la habilidad de trasformar un segundo en miles de años, capté con la máquina del tiempo, que es la cámara fotográfica, lo que sentí durante una hora y media. Mi intención no es darme a conocer por mi trabajo, pues muchos años en la profesión me impiden tal estupidez. Sólo quiero mostrar lo que un grupo de jóvenes diversos, inexpertos en la fama y el elogio, pudieron hacerme sentir un jueves por la noche, no en un templo del flamenco, sino en un humilde ‘camerino’ donde se respiraba, genio, paz y buen rollo.
Con que tan solo una de las personas que lea y vea este blog experimente sensaciones que no sepa explicar, me doy por satisfecho y le pido encarecidamente que un día que programen en ‘El Camerino’ flamenco, acuda, para dejar las preocupaciones cotidianas a un lado y experimentar el silencio de los santos con el toque, el cante y el baile. Que los sentidos se afiance cuando vean bailar a un rubio gitano del norte de Europa llamado Clay, que sientan como se les unen como imanes los brazos y los pies a la bailaora Lorine Acevedo y vibren cuando baila por tangos Rebeca Ortega. Por supuesto, antes de irse, rásquese el bolsillo comprando o participando en un boleto para tener una maravillosa pasmina de ‘moda sostenible’. Beba y coma lo que prepara la encargada del local y no se vaya sin una aportación económica voluntaria para que estos artistas noveles continuen provocándonos sentimientos únicos.

















