Una señora que llevaba la felicidad en el rostro y vestía de blanco, conjuntada con un bolso y un tocado azul, me ha llenado de optimismo la mañana. Cuando me he acercado a ella para decirle lo guapa y elegante que iba, me ha sorprendido con una frase: «Muchas gracias; ¡me acabo de casar!». Con la emoción que me han contagiado los pocos amigos que estaban con los recién casados, les he pedido hacerles una foto. Ante mi oferta desinteresada, se han cogido de la mano y mirando a la cámara me han permitido en una milésima de segundo fotografías toda la felicidad que llevaban dentro.
El instinto periodístico me instó a indagar algo de esta pareja de octogenarios, pero he preferido quedarme con el recuerdo y la alegría de saber que la ilusión a la hora de contraer matrimonio no tiene edad. Seguro que esta pareja ha tenido miles de momentos buenos y malos hasta llegar a firmar el contrato que les compromete a unir vidas y sentimientos en un hogar común.
Esta mañana mi optimismo ha sido inflado por dos cosas, primero por una que no cuento y segundo, por ver a unos recién casados que a pesar de su edad, reflejaban en sus ojos un amor emocionado.
Esta foto está dedicada a todos los que viven con la esperanza de conseguir un sueño.