Recién casados

Una señora que llevaba la felicidad en el rostro y vestía de blanco, conjuntada con un bolso y un tocado azul, me ha llenado de optimismo la mañana. Cuando me he acercado a ella para decirle lo guapa y elegante que iba, me ha sorprendido con una frase: «Muchas gracias; ¡me acabo de casar!». Con la emoción que me han contagiado los pocos amigos que estaban con los recién casados, les he pedido hacerles una foto. Ante mi oferta desinteresada, se han cogido de la mano y mirando a la cámara me han permitido en una milésima de segundo fotografías toda la felicidad que llevaban dentro.

El instinto periodístico me instó a indagar algo de esta pareja de octogenarios, pero he preferido quedarme con el recuerdo y la alegría de saber que la ilusión a la hora de contraer matrimonio no tiene edad. Seguro que esta pareja ha tenido miles de momentos buenos y malos hasta llegar a firmar el contrato que les compromete a unir vidas y sentimientos en un hogar común.

Esta mañana mi optimismo ha sido inflado por dos cosas, primero por una que no cuento y segundo, por ver a unos recién casados que a pesar de su edad, reflejaban en sus ojos un amor emocionado.

Esta foto está dedicada a todos los que viven con la esperanza de conseguir un sueño.

recien casado

 

La realidad

Cómo diría mi amiga Ana. «¿Qué te gustan los reflejos!. ¿Por qué será? ¿Huyo de la realidad? Cómo diría mi amigo Francisco. «tus pajas mentales». ¿Por qué será? ¿Necesito escudriñar la realidad?. Cómo diría mi enemigo X «¡qué falso eres! ¿Por qué será? ¿Me gusta disfrazar la realidad?. Cómo diría yo «¡mira, mira.. mira qué foto acabo de ver!» ¿Por qué será? ¿Veo la realidad?

PORTAL DESIGUAL

Hoy he vivido una situación cuanto menos paradójica esperando la salida del asesino del aeropuerto. Resulta que los juzgado de violencia de género se encuentran situados en un bloque de viviendas donde los pisos se llegan a pagar (según me ha comentado el portero del inmueble) hasta la friolera de un millón de euros. Eso quiere decir, que por el mismo portal que entran y salen supuestos maltratadores o un asesinos confesos, entran y salen personas con un gran poder adquisitivo . Por razones obvia, no puedo mostrar ni las imágenes del asesino confeso, aunque si el enlace de mi agencia europa press, ni las fotografías de los niños recién peinados y vestidos iguales, jugando educadamente ante la mirada de un gran cocodrilo que su padre porta en su pecho izquierdo.

Esta fotografía es una muestra que una imagen no vale más que mil palabras, pues seguro que alguien que se atreva a leer más de 140 caracteres, como es el primer párrafo de este artículo, utilizará su imaginación para describir con más de mil palabras lo que puede ocurrir en este portal.

DE CARTÓN PIEDRA

Hay una canción de Serrat a la que le tengo un cariño especial por el recuerdo que me produce al escucharla. Cuando era un joven imberbe y con las mismas ganas de comerme el mundo que en estos instantes, me colé con unos amigos en un concierto que Serrat daba en la Plaza de España de Sevilla. En aquella época estaba intermitentemente enamorado de una joven a la que le gustaba Serrat más que yo, cosa que con torería asumía y hacía que me involucrara cada vez más en la sinergia del cantante.

«De Cartón Piedra», se llama la canción y cuenta en primera persona la historia de un hombre que se enamora de una maniquí y la secuestra. Para mí, el momento sublime de la canción y que me marcó a fuego un recuerdo es cuando Serrat, haciendo la mímica de bailar un vals, (tengo que confesar que esa postura la imito a la perfección y de eso pueden dar prueba las pocas mujeres que amé) canta: «Bajo la lluvia bailamos un vals, un, dos, tres,… un, dos, tres… todo daba igual» .

Esta mañana desayunando en La Flor del Toranzo, he visto estas fotografías que muestro y que han hecho que mi memoria recuerde cosas pasadas y casi presentes.