Con la luna mañanera como testigo, cumplo con la promesa no prometida en año nuevo de continuar con el blog que hace unos años inicié y que interrumpí por circunstancias varias difíciles de explicar y fáciles de entender.
Esta mañana al levantar la persiana de mi casa me he encontrado con la luna. Le quedaba poco tiempo para desaparecer. Al cabo de unos minutos contemplándola y todavía con el sueño en mi cuerpo, he cogido la cámara y la he fotografiado, recordando un WhatsApp que me envío mi amigo Javi el mes pasado cuando fue la última superluna del año diciéndome: “Me has fallado, ¡No has fotografiado la luna !”.
Todo el que me conoce sabe mi fascinación por el satélite natural. Durante un buen tiempo me volví lunático, en el sentido literal de la palabra y es una enfermedad que se produce en mi cada poco tiempo, sin síntomas de que amaine. Por ahora la única cura, probada científicamente, es la de fotografiarla, pues así no dejo de verla durante unos días y el efecto persuasivo de su luz, relaja mi sensibilidad.
Con la luna como testigo, prometo no dejar de compartir instantes perdurables en el tiempo, y no dejar que ni la pereza ni la falta de motivación destruyan un proyecto que me hace ser como la vida misma.

Superluna, desde el balcón de mi casa a las 8 de la mañana
