Puente del Corpus

Puente del Corpus

Esta mañana después de haber disfrutado de un día intenso con el intenso de Carlos Telmo, entre el dolor de cabeza y el revoltijo de estómago que me hacía jurar en arameo; ¡no volveré a beber!, me ha martirizado los oídos el sonido de una banda de música.

Impaciente porque acabaran de tocar y asumiendo mi responsabilidad profesional, me he preparado para cubrir el Corpus de Triana. Antes de llegar a la calle que está justo al lado de mi casa, con más músicos que gente, pasaba la custodia de EL Tiro de Línea. Me ha llamado la atención cuando al girar a la derecha ha pasado delante de una fachada donde estaba pintado do un gran graffiti. ¿Titular de la fotografía?. «El graffiti y la custodia». Cuando estaba haciendo la fotografía escuché la alarma de mi coche sonando, porque un músico de un volumen considerable estaba golpeando fuertemente su tambor. ¿Titular de lo ocurrido? «Un tambor hace saltar las alarmas de los coches».

Una vez en Triana y después de cruzar el puente de mis sueños, (la policía no me ha dejado pasar con la moto, cosa que en mi interior, aunque no en mi exterior, le agradecí, pues el paseo y la vista son magníficos) me fui directamente a la Capilla de los Marineros donde, entre otras cosas, pude fotografíar la custodia cuando pasaba por delante de la Esperanza de Triana, ¿Titular de la fotografía?. «Santa Ana, la Virgen María y su hijo, saludan a la Esperanza».

Una vez terminada la procesión y después de tomarme una cerveza para nivelar el cuerpo yendo en dirección a recoger mi moto, me he encontrado en la plaza del Altozano, una motocicleta enorme tipo sidecar. ¿Titular de la fotografía? «¿Moto grande o moto pequeña?»

Lo mejor de haber visto la moto grande es que mi mirada se ha detenido en el «Sushi Bar» y por supuesto he entrado en tan singular bar trianero, lo que me ha recordado que mi nuevo amigo y compañero, Pablo Bekan, (es un especialista entre otras cosas del sushi) salía en el Corpus de la Magdalena y que le dije que iba a verlo. Corriendo y todavía con los granos de arroz entre las muelas, me he encontrado que el cortejo había terminado y estaba todo recogido, por lo que decidí, por vergüenza torera, irme a otro bar para terminar de nivelar el alcohol del cuerpo y poderme dormir una siesta de campeonato, cosa que he hecho y he disfrutado. Al despertarme, todavía con la baba en la boca, en la tele empezaba una película; «Tu y yo». ¡Pero si ayer con mi amiga Marisol estuvimos hablando de esta película, acordándonos del remake de «Algo para recordar»!. Después de derramar alguna que otra lágrima con Deborah Kerr y Gary Grant me he dispuesto ha escribir en mi blog.

Ya se que no debo hablar en mi blog de asuntos personales, pero es que este puente, a pesar de algunas ausencias, ha sido tan intenso, divertido y poco planificado, que he decido contar mi última jornada.

¿Titular de estos días?. «La vida es bella cuando se improvisa disfrutando con los amigos»

P.D. Todavía me queda la jornada en el EME, pero eso es otra historia.

Los mejores churros del barrio.

Los mejores churros del barrio.

Esta mañana del mes de julio, donde parece que ha desaparecido la mayoría del barrio, sin saber por qué, me han entrado ganas de comer churros. Esa inquietud, con reminiscencias del pasado, me ocurre de vez en cuando. A los churros les pasa como a los caracoles y al salmorejo (o gazpacho, como antiguamente le llamábamos), cada uno considera que el de su barrio o el de su madre, es el mejor. Yo, que he vivido en muchos barrios de Sevilla, aunque mi raíces están en Triana y de allí me considero, he ido cambiando de opinión con respecto a los mejores churros cada vez que me he asentado en un nuevo lugar.

Con la memoria selectiva con la que la edad nos engaña, no recuerdo tomar unos churros más ricos que los del Tiro de Línea. Pasando el mercado del barrio y ante la tristeza de ver unos locales abandonados por la dejadez y el espíritu grafitero, se encuentra el único negocio abierto al público; la churrería. No tiene nombre, ni falta que le hace, pues siempre está llena. Tiene dos puertas, que dan a dos calles distintas, por donde su estimable clientela entra para dar los buenos días y preguntar, quién da la vez. En un lateral una joven, con una delantera que ya la quisiera el Betis, despacha amablemente y un señor serio como el Viti, amasa y fríe. Justamente enfrente y dentro del mismo local, donde la clientela espera y observa ante un silencio maestrante a que le llegue su turno, se encuentra «El juevesillo». Son estanterías repletas de libros viejos, juguetes usados, bisutería de cuarta o quinta mano y objetos varios como salidos de la serie «Cuéntame», colocados ordenadamente. En los diez minutos de espera, un señor ha comprado dos libros infantiles, obteniendo un descuento añadido, a la oferta descrita en una de las estanterías.

Esta mañana del mes de julio, donde parece que ha desaparecido la mayoría del barrio, he vuelto a disfrutar de los mejores churros de Sevilla, por lo menos, hasta que me mude a vivir cerca del Postigo.

Churrería en el Tiro de Línea