La playa en invierno

La playa y el verano están intrínsecamente relacionados. Pero la playa y el invierno también guardan una interesante simbiosis, una prueba de ello son las fotografías que hice este invierno a un mar embravecido y a unas arenas llevadas velozmente por el viento. Si agradable fue desayunar contemplando entre cristales la vista esplendorosa que el mar ofrecía, pasear, con un fuerte viento por una playa solitaria de Barbate, escuchando el sonido de las olas, fue lo más placentero que un ser humano libre puede experimentar. La fotografía nunca sustituirá a las sensaciones, pero a veces se acerca a las emociones.

 

Olas de amistad

Dice un refrán: «Quien tiene un amigo tiene un tesoro» Este fin de semana he corroborado el dicho popular. Un grupo de amigos, como un ejercito de olas, hemos desembarcado en Zahara de los Atunes para celebrar el cumpleaños de Francisco y Yolanda. Casa Antonio ha sido el cuartel general donde todos hemos disfrutado del tesoro de la amistad en sus diferentes vertientes.

Carreras en Sanlucar

Las carreras de caballos de Sanlúcar de Barrameda llevan más de ciento cincuenta años  celebrándose en un enclave único. Quién no haya visto este espectáculo, no puede presumir de haber visto mundo.

Como la entrada es libre, pues se desarrolla en la playa, la diversión principal está en la arena, donde bañistas esperan con sus trajes vacacionales durante el tiempo que dura cada competición para aplaudir a los corredores. Los niños con cajones de cartón de diferentes formas y colores esperan ilusionados a que otros niños hagan sus apuestas, eso sí, las cuotas son prácticamente simbólicas.

Hay otra forma de ver las carreras de caballos de Sanlúcar que es desde los palcos donde la organización y los patrocinadores reciben a sus invitados. Este lugar no es el más idóneo para ver el espectáculo pero si el sitio adecuado para ser visto.

Quien tenga un día para ver las carreras de caballos le recomiendo que se coloque el bañador y baje a la playa y disfrute de un ambiente diferente, peculiar, bonito y divertido.

Las fotografías que muestro están hechas a pie de playa sin necesidad de pedir ningún permiso para acceder a lugares donde sólo les está permitido estar a los periodistas. Estos son los tipos de reportaje que más me gusta hacer pues en vez de trabajar, disfruto.

Buscando la paz

Buscando la paz he encontrado la relajación en el bullicio. He hallado la tranquilidad en el ajetreo y he disfrutado del silencio escuchando voces.

Cuando pase un tiempo, y vea estas fotografías, recordaré como la armonía del mar no se altera a pesar de las olas, que las luces del atardecer hacen que el molesto calor desaparezca y que la familia, con razón o sin razón, es la mejor medicina para curar la apatía. Estos días he descubierto a personas, he echado de menos a otras y he sincronizado mi estado de ánimo con el mar.

Todo mis pensamientos de estos días están en estas fotografías y si alguien se identifica con ellas, me alegro, pues ese ha sido mi objetivo.

FIN DE LAS VACIONES

Nunca supe despedirme de unas vacaciones, aunque siempre me suena una canción. “Adios con el corazón”. Tantos finales de verano cantándola cuando era joven e inexperto que ahora que soy mayor y todavía inexperto la música suena en mi corazón cuando me voy alejando del lugar donde la monotonía se convierte en tu mejor aliado. Tengo la sensación extraña de haber estado mucho tiempo en el mismo lugar y poco tiempo en el mismo sitio. A veces las contradicciones son la mejor alianza para el disfrute.

Leyendo el blog de los recuerdos me asiento en la realidad que viví. Insisto a mis amigos, aunque casi nunca me hacen caso, a que escriban y fotografíen sus viajes y lo repasen al cabo del tiempo, pues son volverlos a vivir al cabo del tiempo. ¡Anticiparse a los recuerdos requiere un mínimo de esfuerzo!

Espero leer los post de esta semana el año que viene antes de venir de vacaciones para recordar los buenos momentos que he sentido. Sé, que las imágenes me recordarán risas, reflexiones y compañía.

Me siento muy gratificado por los comentarios jocosos que algunos me han enviado: ¡Incluso los negativos!. Ver y observad lo cotidiano es lo que más me gusta. Investigar la costumbre del ser humano en mi silla de playa es para mi, lo más distraído del mundo.

Dando las gracias a todos los que me siguen, termino con esta paja mental, (como dice mi amigo Francisco) dándoles las gracias a Juan y Laura por su generosidad impagable y como decía una amigo mío cuando quería que lo dejaran en paz: ¡Adioooooooooooos!.

P.D. Las últimas fotos que muestro están hechas con el corazón, recordando a mi amigo Pablo Beca que hoy está pasando por el duro trance de despedir fisicamente y para siempre a su progenitor. ¡Amigo, espero que sientas este fuerte abrazo que te mando desde la distancia. Te lo envío con la perpetuidad que tiene lo publicado y que aunque no te de ánimo, pues hoy no lo hay, te de consuelo!

Desde mi silla de playa

Desde mi silla de playa veo, observo, fotografío y luego escribo. Eso sí, ni todo lo que veo lo fotografío ni todo lo que observo lo escribo. Ayer me adelanté a la pareja que esperaba la puesta de sol para realizar el reportaje fotográfico ( por cierto, siguió el ritual que describí ayer y además se le unió otra pareja), para hacerle fotos a los dos bellezones que estaban esperándome a pie de playa; Sol y Berta.

A diferencia del hombre, que lleva a la espalda el barroquismo bético, mis fotos no son tan cuidadas y medidas como las de este señor, más bien son fotos robadas que intentan reflejar lo cotidiano, pues la belleza es natural como la vida misma.

Posado playero

¿Quién no se ha sentido en algún momento de su vida atractivo?. Desde el gran observatorio playero que regento al atardecer desde mi silla de playa, observo continuamente esa teoría.

Mi obsesión por ver el rayo verde llega a la paranoia, pues solamente lo he visto una vez. Ayer por la tarde vi algo que me llamó la atención relacionado con lo verde, aunque para mi desgracia no con el rayo. Desde el día que Berta le picó el bichito en el dedo del pie, las tardes han consistido en bajar con una silla de playa a observar al personal que merodea por estas lindes. Cómo somos animales de costumbres, cada uno acota sus territorio en el mismo sitio, lo que te lleva a familiarizarte con el comportamiento de los vecinos de playa circunstanciales. Hace tres días, desde un mirador y esperando el rayo verde, me llamó la atención como una señora posaba, cual modelo, ante las fotografías que le hacía su pareja con el móvil. Sus posturas y gestos eran absolutamente sugerentes para el fotógrafo. Después de unas risas y unos comentarios algo sarcásticos, llegué a la conclusión de que todo el mundo se merece su minuto de gloria y me dije: «¡Ole por la señora, que se siente guapa y atractiva y así se lo demuestra a la cámara de su marido!»

Ayer, la pareja hizo lo mismo y yo, a lo James Stewart en «La ventana indiscreta« (como comentaba Ana Zapico), fotografié la escena dándome cuenta de algunos detalles que el primer día pasaron desapercibidos. La camiseta del realizador de las imágenes tenía el escudo del Betis más grande que jamás he visto expuesto en una espalda. El ritual de la señora seguía las mismas premisas; primero sacaba un espejo de aumento, se llevaba un par de minutos peinándose para después maquillarse y con una feminidad digna de la mejor actriz del momento, se levantaba para posar cual diosa de los mares ante la luz más maravillosa del día.

Estoy escribiendo este post justamente antes de bajar a la playa para ver el espectáculo de la pareja que durante las tardes cumplen un ritual digno de ser escrito y fotografiado. Cuando llegue, seguramente, el campamento base estará montado; sombrilla, música caribeña (eso sí, no muy fuerte, sólo la escuchan ellos), nevera y dos sillas playeras. Primero se pegarán un baño, para después de acicalarse ella un buen rato peinándose el pelo, tomar ambos dos un bocadillo con una cerveza y esperar pacientemente a que el crepúsculo del sol vaya apareciendo para iniciar la sección fotográfica. Primero, se levanta él para colocase su camiseta del Betis sin mangas, y ante una breve espera, se dispondrá a inmortalizar las posturas sugerentes de su femenina pareja.

El primer día me causó risa, pero ayer me produjo ternura y no sólo por el escudo que el hombre lleva en la espalda y que yo lo llevo grabado en mi corazón, sino por el cariño con el que la pareja cumple con el ritual.

Espero ver hoy la escena como algo natural, pues observaré a una pareja que se divierte de una manera diferente a lo que yo estoy acostumbrado. Después de tantos años yendo y viniendo a la playa, me he dado cuenta que no hay nada mejor que sentarse en una silla a observar como cada uno es feliz a su manera.

Desde una silla de playa

Ayer un bichito misterioso e invisible le dio a Berta un picotazo en un dedo del pie mientras dábamos un paseo por la orilla de la playa, eso hizo que el paseo durara muy poco pues además del dolor intenso, el dedo se le puso como cuando Falete se come tres platos de fabada en No-Kitchen. (Esto no es publicidad encubierta sino cubierta).

El bichito misterioso e invisible, hizo posible que durante una hora estuviera sentado en una silla de playa y desde ese lugar, que tan poco me gusta, hiciera fotografías con un objetivo potente. El resultado es el que muestro, aunque por la ley de protección del menor he borrado las caras a los niños que aparecen en ellas.

La calma

Después de la tormenta siempre llega la calma y ayer fue un día de calma. Los que me conocen y me siguen saben que lo qué más me calma es pasear por la playa al atardecer. Después del fin de semana desesperante por culpa de un concierto colocado en un lugar inapropiado conseguí cumplir con uno de los propósitos de las vacaciones; relajarme.

Durante esta semana de vacaciones sólo pretendo encontrar el equilibrio de espíritu que me de la tranquilidad necesaria para afrontar los nuevos retos que comenzarán muy pronto. Ayer al atardecer, paseando por la playa, comencé a sentir y a fotografiar el propósito de esta semana de vacaciones.

En la playa por la mañana

Playa solitaria

Un día raro como el de hoy, después de desayunar, me he ido temprano a la playa, (estoy de vacaciones; eran las 10:30 de la mañana), el cielo azul añil rodeado de una gran cantidad de nubes blancas me hacía presagiar que podía hacer alguna que otra fotografía para el post de hoy y así alegrarle la vista a mi amigo Javi.

Es muy difícil, o más bien imposible, fotografiar lo que se ve, pues la vista está asociada a los pensamientos y a las sensaciones que experimenta en cada instante de la observación, (si, Francisco, se que esto es una paja mental).

Hoy, me he levantado temprano (a las 10 de la mañana) para fotografiar unas sensaciones y escribir unas impresiones y como decía Serrat en una des sus canciones; «no se me ocurre nada».

He vuelto a ver unas banderas a media asta. Un camino que pudiera estar en cualquier sitio menos en una zona residencial al lado de mar. Una playa medio vacía. Una nube blanca que me ha recordado a Eolo; Dios del viento. La luna como tímidamente entre nubes se despedía de los pocos caminantes de la playa.