Cuando se dice que alguien es un artista cada uno lo interpreta de una manera diferente, pues la palabra artista es tan subjetiva que definirla es muy complicado. Ayer estuve en la exposición de un artista; Javier Jiménez Sánchez-Dalp. Javier se gana la vida como arquitecto y la saborea dibujando a bolígrafo, «derramando sevillanía, sevillanía, sevillanía».
Este sevillano que dice: « tengo más suerte que nadie», por serlo, es rociero, cofrade y torero y según cuenta, una de las cosas que más le gusta es; « levantarse y al despertar ver por la ventana a mi giralda y mi catedral ». Es por eso que cuando él se va de su ciudad, para contribuir de una manera altruista a la construcción de un hospital en Africa, va derramando, sevillanía, sevillanía, sevillanía.
Le gusta tanto «el azahar por sus calles» que lo ha dibujado a bolígrafo para que lo pongan en una vajilla que derrama; sevillanía, sevillanía, sevillanía.
Le «gusta ser desprendido», por eso, todo lo recaudado con sus dibujos que ha realizado de africanos, lo dona para los Hospitales y las Misiones de la Orden de San Juan de Dios.
«Con las mujeres le gusta perder el sentío», por eso es capaz de plasmar con un bolígrafo azul toda la belleza de la mujer africana. Le «gusta el campo», por eso lo refleja tan bien en sus láminas blancas tenídas de azul y además como es «torero, del aire con una mano» plasma el aroma del continente como Curro Romero plasmaba en el albero el aroma a romero cuando salía «por la puerta grande».
En el Círculo Mercantil de Sevilla se puede apreciar como un arquitecto, dibujante y compositor de la letra de una rumba que año tras año bailamos en la Feria y el Rocío, plasma en sus dibujos la vida africana con; sevillanía, sevillanía, sevillanía.