Catedral de Sevilla

Es un pecado, aunque no mortal, pasar por la avenida de la Constitución y ver la puerta de San Miguel abierta de par en par y no entrar.

Hoy es de esos días que por cinco minutos me he sentido turista en mi ciudad, incluso un guardia de seguridad así lo ha pensado pues se ha dirigido a mi indicándome en inglés (con la cara de trianero que tengo) que me tenía que marchar pues el templo se cerraba en unos minutos.

De las miles de veces que he accedido al templo gótico más grande del mundo, nunca me he ido sin descubrir un detalle que por la luz, los sentidos o el estado de ánimo no había visto anteriormente.

Los cinco minutos que me ha permitido el guardia de seguridad estar en la «montaña hueca» han sido suficientes para fotografíar lo que había visto otras veces pero de forma diferente.

P.D. Con el Giraldillo y el cielo de Sevilla, me pasa igual que con la Catedral, son mis debilidades.

El Giraldillo oxidado

El Giraldillo oxidado

Entre las muchas noticias que han inundado mi mente esta mañana hay una que me ha llamado la atención y no por impactante sino por sorprendente. En su artículo de ABC, Aurora Flores, nos cuenta como el «Giradillo«, colocado hace tan solo ocho años en lo alto de la «Giganta» después de su proceso de restauración (desde 1999 al 2005) por supuestas manos expertas y cuyo coste ascendió a 600.000 euros; da muestras de oxidación. Pero lo verdaderamente sorprendente es que en el año 1770 fue cuando se le hizo la penúltima restauración, o sea, que con los conocimientos y la tecnología que se tenía en el siglo XVIII la escultura de bronce duró 200 años y con la actual tan solo 8 años.

Ya se que habrá muchas voces expertas que con leguaje experto darán una explicación experta que a los profanos en la materia nos dejará sin argumentos para la réplica. Pero a pesar de todo, me pregunto asombrado cuando he terminado de leer el artículo de Aurora Flores, ¿dónde está el sentido común de los expertos?.

Cuentan que cuando iniciaron las obras de la Catedral, un canónigo pronunció la frase: «Fagamos un iglesia tal e tan grande que los que la vieren nos tomen por locos». Espero que nadie cuando llegara en el año del señor de 1999 a la sede del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) pronunciara una frase parecida cambiando unas palabras: «Fagamos una reconstrucción tan «güena» que los que la vieren nos tomen por tontos».

P.D.: La foto que muestro la hice en primavera cuando restauraron la fachada norte recuperando la configuración original del ladrillo visto. Hice la foto pensando como verían nuestros antepasados el Giraldillo desde la calle de Las Gradas, o como se conoce en la actualidad; la calle Alemanes. Así que si alguien no ha visto esta fachada recuperada, se tiene que dar prisa, pues ya se sabe lo que duran las restauraciones modernas.

Carri bici

Carri bici

Esta mañana en ABC, de Sevilla, he leído un artículo de Antonio Burgos titulado: «Ya somos Copenhague». Por lo visto, Sevilla, está muy bien situada en la clasificación de ciudades amigas de la bicicleta. La primera es Copenhague, y de ello doy fe, y nuestra ciudad es la cuarta.

Una exclamación del artículo me ha llamado la atención… «¡Quién fuera carril bici!». Esta claro que tenemos un carril bici excelente y bien construido, otra cosa es el coste, el trazado y la manipulación política. Estoy de acuerdo que hay barrios que más quisieran que se les tratara con el presupuesto que para este año el Ayuntamiento ha destinado para el mantenimiento de los carriles bici.

Ocurre que cuando bajas a la arena de la realidad, te encuentras que aquí, en Sevilla, somos diferentes. En Copenhague, el carril bici en su mayoría del trazado, consiste en unas líneas pintadas a un lado de la carretera. Aquí por ser mejor que nadie, hicieron una carretera verde en todos los barrios, utilizada por pocos ciclistas. Pienso que con una simple raya en la acera hubiera sido suficiente para que los que más lo utilizan, personas con falta de movilidad y muchos perros paseen tranquilamente por allí, ya que en algunas zonas el carril nos ha dejado sin espacio para pasear.

Sevilla, para veranear.

Sevilla, para veranear.

Reconozco y admiro el esfuerzo que está haciendo el Ayuntamiento de Sevilla por convencer a los turistas para que vengan a visitar la ciudad en verano.

Ayer leí el cuadernillo de ABC, «Sevilla, vive el verano». Las magnificas fotografías de Fernando Ruso y algunos textos barrocos me llegaron a convencer que Sevilla es una ciudad para veranear.

En el artículo de Paco Robles, titulado: «Veraneo en la ciudad», dice: «El sevillano hispalense … huye hacia el centro de la ciudad». Haciéndole caso al periodista que tanto me gusta lo que escribe aunque me venda un pestiño, este medio día he huido al centro para comer.

En Sabina, restaurante donde entre sus paredes se encuentra la historia fotográfica de los 90 y en sus fogones la calidad de la sencillez, ha sido el sitio elegido para huir de la periferia. Cuando he salido, me he encontrado con esta imagen, las calles vacías y unos turistas alicaídos esperando en la sombra, como acordándose de la persona que les había dicho que Sevilla, es una ciudad para veranear.