La objetividad cuando hay que elogiar a un hijo es imposible. El orgullo cuando hay que reconocer el trabajo de un hijo es infinito. La pesadez y la insistencia al hablar de las virtudes de un hijo son inevitables. El pañuelo para limpiar las babas de un padre cuando ve como el trabajo de un hijo es reconocido, es interminable.
Lo siento, pero al ver este anuncio en la trasera de un autobús turístico, hace que me sienta feliz por esa semilla que planté hace mucho tiempo.