Es un pecado, aunque no mortal, pasar por la avenida de la Constitución y ver la puerta de San Miguel abierta de par en par y no entrar.
Hoy es de esos días que por cinco minutos me he sentido turista en mi ciudad, incluso un guardia de seguridad así lo ha pensado pues se ha dirigido a mi indicándome en inglés (con la cara de trianero que tengo) que me tenía que marchar pues el templo se cerraba en unos minutos.
De las miles de veces que he accedido al templo gótico más grande del mundo, nunca me he ido sin descubrir un detalle que por la luz, los sentidos o el estado de ánimo no había visto anteriormente.
Los cinco minutos que me ha permitido el guardia de seguridad estar en la «montaña hueca» han sido suficientes para fotografíar lo que había visto otras veces pero de forma diferente.
P.D. Con el Giraldillo y el cielo de Sevilla, me pasa igual que con la Catedral, son mis debilidades.