Cuando voy a Madrid y me muevo en metro, lo que más me llama la atención es la gran cantidad de ciudadanos que pasan su tiempo leyendo un libro. Mi capacidad de observación y mi poca concentración a la hora de estar rodeado de gente, me impide poder participar del placer infinito de la lectura en lugares públicos.
Sin embargo, no tengo problemas a la hora de leer con la radio puesta, es algo a lo que mi mujer me ha acostumbrado, aunque sabiendo que algunas cosas se me escapan y por lo tanto de vez en cuando tengo que volver atrás para ordenar algunas ideas, que el autor indica para que mi imaginación comprenda el argumento de la obra.
Leer para mi, está equiparado a los grandes placeres de la vida, pues gracias a los libros puedo decir que soy lo que soy. Cuando la imaginación explota debido a una buena lectura, «esto me ha pasado incluso cuando la literatura no ha sido considerada por los críticos como políticamente correcta», me he siento satisfecho y a la vez envidioso, (entiéndase envidia sana) al comprobar como hay personas que tienen la virtud de escribir sabiamente historias interesantes y conmovedoras.
Toda esta reflexión viene a cuento al ver la fotografía que hice ayer a una joven por la Isla de la Cartuja. A pleno sol y por una calle poco transitada, esta joven estaba andando y leyendo. Es por eso que ese acto de lectura que muchos practicamos en la intimidad y en un habitáculo resguardado de cualquier distracción visual, me llame la atención y me haga reflexionar sobre la importancia de la lectura, aunque eso si, con las debidas precauciones, pues esta imagen en la avenida de la Constitución seria una práctica suicida.
A mí también me llama mucha la atención…eso es que aquí no tenemos muchos metros. Buena foto para representar lo que comentas