Érase una joven mujer que atraída por el espíritu de la solidaridad, se fue a buscar el refugio de su alma a un pueblo de Francia donde se encontraba gente hambrienta de comprensión. El esfuerzo físico lo compensaba con la sonrisa limpia y transparente que le regalaba a todo aquel que se le acercaba
para pedirle ayuda. Sus palabras eran como la seda en una piel áspera, sus oídos eran como el silencio «maestrante» cuando las voces de los desesperados gritaban entre susurros los males que vengativamente la naturaleza les había enviado. En su frente está fundida la frase bíblica: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. A esa joven mujer, que será para mí siempre una leyenda, le dedico una flor que la identifica con su nombre.
P.D. Ayer, en el Parque de María Luisa, me llamó la atención esta flor, cuando esta mañana estaba portando la fotografía al ordenador, un mensaje de la joven mujer sonó en el único grupo de Whatsapp que tengo: “Buenos días!!! Ya de vuelta!!! Os he echado de menos a todos!!! Manel, muchas felicidades !!!.
Que bonito Eduardo! Como la has descrito de bien! No sabes como se viene arriba en ese pueblo de Francia haciendole la vida un poco mas feliz y por unas horas a los que caen en su alrededor…..las horas siempre le parecen pocas
Es todo un ejemplo!