El tiempo del bocadillo es una expresión muy habitual entre los trabajadores de la construcción. No llama la atención ver en una obra, sobre las once de la mañana, a un grupo de albañiles sentados sobre algún artilugio de banco improvisado tomándose un bocadillo.
Ayer, me llamó la atención, ver a esta parejas de estatuas humanas sentado sobre un poyete en el arquillo del ayuntamiento tomándose un bocadillo, justo debajo del despacho del Alcalde de la ciudad. No es que estos trabajadores no tenga derecho al tiempo del bocadillo, es más, con el esfuerzo que hacen al estar tanto tiempo inmóvil necesitaría más bien el tiempo del puchero con “to sus avíos”. Lo que llama la atención es que con esas indumentarias que se asocia al inmovilismo, sus movimientos a la hora de conversar y pegarle un gran bocado al pan no eran pausados y armónicos, como cuando se le echa una moneda, sino más bien todo lo contrario.
Algunas visiones casuales chocan a la vista y esta, es un claro ejemplo de ello.