En una ocasión un alto cargo judicial le preguntó a un reo inocente, ¿qué es la verdad?. El honesto cautivo le respondió con el silencio, demostrando entre otras cosas, que si no quieres saber la respuesta es mejor no preguntar.
Algunas personas piensan que el poder es igual a la divinidad, por eso se abstraen de la realidad y montan un mundo paralelo, que es tan real para sus ojos como irreal para el resto de sus subordinados. Hacerles ver su equivocación sería igual que convencer a un niño de que las chucherías producen colesterol. Luchar contra sus malas praxis sería un suicidio, pues están tan arraigadas, que sin ellas, les sería imposible sobrevivir.
Son abominables, aunque a veces necesarios, son repugnantes, aunque a veces irremplazables, son malos, aunque a veces hacen cosas buenas, son lo que a cualquier persona normal no le gustaría ser. Ni una milésima de segundo de mi vida me cambiaría por vivir como ellos, ni una milésima de segundo compartiría parte de mi vida con ellos, aunque por desgracia, millones de milésimas de segundo tenga que compartir mi existencia con ellos.
La desgracia va con ellos, a pesar de que lo disimulen, su sambenito lo llevan bien visible, a la vista de todos, para que todos en sus más íntimos silencios les recuerden que eso no es vivir.
Vivir es lo que hacen las personas normales, las que disfrutan de los pequeños placeres de la vida, las que al abrazarse a un ser querido no piensan en nada más, solo en seguir en esa misma posición. Vivir es sentir que te importa la gente. Vivir es sentir que le interesas a otros. Vivir es tener amigos. Vivir es tener buenos enemigos. Vivir es mucho más que ostentar algún poder terrenal.
Que no nos quiten ni un minuto de nuestro tiempo gentes que no saben vivir.