No soy una persona de odiar a nadie pero si de tenerles coraje a algunos. ¡No soporto a estos hombres que con un «aparatejo», se ponen a buscar por la arena de la playa los objetos de valor que han perdidos otros.
Después de tantas prohibiciones, de tantos impuestos, de tantas normas para el buen funcionamiento cívico de las cosas, ¿por qué esta búsqueda de objetos perdidos no es un servicio público?. En una ocasión una amiga perdió en la arena de la playa un pendiente de oro que le había regalado su madre cuando cumplió dieciocho años, no se me olvidará la cara de desesperación y decepción cuando rebuscando, no encontró lo que tanta ilusión le hacía lucir.
Estoy seguro que un hombre con una «maquinita» como esta, se alegró mucho cuando encontró el pendiente de oro y posiblemente se congratularía con sus amigos fardando de su hallazgo, sobre todo a la hora de venderlo. ¿Es justo esto?