¿Cuanta necesidad tiene que padecer un hombre para meterse a rebuscar en un contenedor de basura?. Esa es la pregunta que me hice mientras desayunaba en el bar Molina. A través de la ventana vi esta imagen. Lo curioso de la situación, aparte de la sorpresa de ver a un individuo salir de un contenedor, fue la rapidez y la pulcritud con la que realizó el trabajo. En cuestión de minutos se introdujo en el contenedor, sacó únicamente los objetos que le interesaban para introducirlos rápidamente en la furgoneta, y todo, sin dejar rastro de suciedad en el suelo.
No es el trabajo ideal, pero tengo que reconocer que prefiero a estos «trabajadores», que hacen una labor nada grata, a aquellos personajes que hurgan con premeditación y alevosía en las buenas voluntades de la gente corriente para usurparles sus ahorros. Se que lo que acabo de escribir suena a eslogan barato, y sin duda, si no fuera yo el que lo ha escrito, pensaría justamente eso, pero es lo que siento y pienso cuando he visto a este hombre metido en un contenedor de basura mientras desayunaba una tostada con jamón en casa Molina.