Esta mañana me ha despertado un mensaje de mi hijo Luis Eduardo, con una foto de una caja de Playmovil; el mensaje decía lo siguiente: «Me he acordado de cuando me compraste esto». No hay mayor felicidad que recordar la ilusión que producía el hacer feliz a un hijo tuyo por medio de regalarle algo que le gustara.
Los Playmobil eran algo que desde muy pequeño le atraían a mi hijo mayor, recuerdo que se pasaba horas y horas con esos pequeños muñecos articulados. El primero que le regalamos la madre y yo fue el camión de basura. Luis, tendría tres años y su cara al ver el regalo es algo que nunca se me olvidará y que ahora al cabo de 20 años todavía me emociona recordarlo. No he sido nunca habilidoso a la hora de montar objetos, siempre se me ha hecho un mundo hacerlo, por lo que cuando intenté montar el barco pirata, que fue su tercer regalo, pues años antes le habíamos comprado el Castillo y el Fuerte, mis nervios ante tantos pequeños artilugios por encajar, hicieron que mi hijo, todavía pequeño, me dijera: «tranquilo papa, yo lo monto».
Un padre siempre es un padre, independientemente de la edad que tengan sus hijos y por eso, ante cualquier gesto que alguno de ellos tengan hacia él, se le cae la baba sin poderlo remediar. Esta mañana al levantarme y leer el mensaje que me ha enviado mi hijo Luis Eduardo, con una sonrisa en la cara, se me ha caído la baba.
P.D. Comparto la fotografía que he recibido esta mañana. Viéndola y recordándola, he llegado a la conclusión que gracias a los playmobil, mi hijo se fue haciendo lo que ahora es; un artista.