El otro día leí que cuando nos vamos de vacaciones no deberíamos difundirlo en las redes sociales. Esta semana estoy en Costa Ballena, pero lo siento por los ladrones que tengan previsto robarnos en nuestra casa de Sevilla, pues está habitada por una persona a la que le gustan muy poco las sorpresas.
Durante tres días estoy mostrando cosas que estoy viendo, como los atardeceres y «El Titanic». Hoy quiero contar lo que veo durante el desayuno.
El jardín de nuestro hogar temporal se encuentra situado al lado del campo de golf, por lo tanto, mientras desayunamos y leemos el periódico,(¡qué buen invento el Ipad!) observamos, de vez en cuando, a los jugadores, que se dirigen a uno de los hoyos que se encuentra al lado de nuestra casa.
Hay de todo, como en la viña del Señor. Están los que visten de manera muy profesional pero no dan un palo al agua. Los jugadores solitarios que tirando de su carro y sus pensamientos van detrás de la bola. Las parejas, como de nuevos ricos, con unos conjuntos incapaces, hablando muy fuerte y destrozando con las bolas las palmeras que hay en los laterales del campo. Las mujeres que con el pecho fuera y el culo apretado van andando deprisa llevando en la mano un solo palo y el marido, pareja o amante detrás, cargado como una mula. Los que no les gusta andar y van con el coche eléctrico hasta la mismísima bola. Y por supuesto, los que les gusta jugar al golf y van relajados, sonrientes y disfrutando del maravilloso campo (o por lo menos eso es lo que dicen, yo no he jugado en mi vida al golf) que se encuentra en Costa Ballena.