Hoy he visto y no he visto Copenhague, me explico. Hemos llegado, (Berta y yo), al aeropuerto a las 3 y media, nos han montado en un autobús para llevarnos al puerto donde salía el crucero que nos llevará a Kiel, Estocolmo y San Petersburgo. Por las ventanillas del bus he observado varias cosas, lo plana que es la ciudad y como resultado de ello la cantidad de bicicletas que circulan y están estacionadas, (sin candado) por sus calles. Otra cosa que me ha resultado curiosa es ver como en pleno centro de la ciudad hay un parque de atracciones, llamado Tívoli, cuya torre, muy alta y que parece como de caída libre, es más bien, «un carrillo de las patás», como diría mi amigo Telmo. Las farolas de las calles también me han llamado la atención, pues no están en los laterales de las carreteras sino justo en el centro de ella, pues están cogidas con cables. Por último; lo rubios que son todos los niños.
Una vez en el barco, nos ha sido prácticamente imposible abandonarlo, pues entre el lío de estar en un sitio tan grande y tan mal explicado, ( eso si, siempre con una sonrisa) y el poco tiempo que quedaba para salir del puerto, hemos decidido conocer a fondo el lugar donde nuestros sueños se ausentarán durante una semana de la tierra firme. No es que no supiera el personal que utiliza este medio de transporte para pasar sus vacaciones, es que siempre tuve la esperanza de estar equivocado. Como decía Berta cuando estábamos en el «espectáculo» del simulacro, esto es; ¡Benidorm, Benidorm!.
Lo mejor de primer día de crucero ha sido la salida del puerto, el cielo se había despejado, el sol calentaba lo suficiente como para sentir la suavidad de sus rayos. Desde la popa nos hemos ido despidiendo lentamente de una ciudad, aunque no de las gaviotas que nos han seguido hasta el anochecer. Desde la cubierta del barco, he descubierto varias cosas que me atraen de Copenhague y que con interés harán que vuelva. He fotografiado, siempre con un teleobjetivo, una cúpula que es una réplica de la de San Pedro del Vaticano. Las torres de varias iglesias que contrastaban con edificios modernos. Los molinos de viento que en medio del mar no quedan mal, (no me gustan los que ponen en las montañas) y por último, un puente inmenso en medio del Báltico que parece a primera vista que no sirve para nada, pues baja en una isla y la carretera es como si desapareciera, (claro, es que vengo de Sevilla, donde las cosas más absurdas se han hecho con dinero público), pero cuando miras con el teleobjetivo observas que comienza un túnel que seguro irá a alguna parte.
(Con este post en formato fotogalería no pretendo hacer una guía de viajes, ni por supuesto un aburrido y coñazo álbum fotográfico, simplemente quiero contar y mostrar brevemente, sobre todo, a aquellos que han contribuido a nuestro viaje, como están siendo nuestras «Vacaciones en el mar».)
[…] cuando bajas a la arena de la realidad, te encuentras que aquí, en Sevilla, somos diferentes. En Copenhague, el carril bici en su mayoría del trazado, consiste en unas líneas pintadas a un lado de la […]