Las estatuas están para estarse quietas, pero claro, con la «caló» que está haciendo y a pleno sol, no hay estatua humana que pueda soportar estar mucho tiempo inmóvil esperando a que achicharrados ciudadanos de a píe le recompensen con algunas monedas.
Al ver un vendedor de frutas que estaba como una estatua, situado a sólo unos metros de él con una sombrilla; raudo y veloz se colocó a su lado para refugiarse del calor, quedándose de piedra al ver pasar a esta turista oriental.
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