«Qué la música militar. Nunca me supo levantar». Esto lo canta Paco Ibáñez versionando el himno anarquista que compuso Georges Brassens en la época del apasionante mayo Francés.
Me acuerdo de estas estrofas siempre que acudo por motivos profesionales, a un acto militar. Lo que ocurre es que cuando llega el homenaje a los caídos y todos los militares, independientemente de rango que ostenten, cantan al unísono y emocionados: «La muerte no es el final», mis sensaciones cambian, eso sí, cuando termina la ofrenda, vuelvo a la canción de Brassens.
Todo esto que cuento es para justificar la foto de hoy, una bandera rota y maltrecha en la Plaza de España de Sevilla. Por desgracia, no es la única. Aunque lo militar ni las banderas me causen sentimientos trascendentales, me duele que los símbolos esenciales de nuestras raíces patrias estén abandonados a los caprichos del viento.