Hay una tienda en la calle Franco de Sevilla, donde venden mantones y complementos. Supongo que durante estas semanas los dueños y empleados de este establecimiento estarán desbordados, por eso han decidido poner una guardia pretoriana en el escaparate, para que cada cosa se compre con cabeza.
Dicen que estos romanos, a pesar de su aparente simpatía, se ponen furiosos si llegan a la tienda mujeres que quieren innovar la tradición de la mantilla colocándose verdaderos mamarrachos en sus cuerpos. En una ocasión entró en la tienda una joven con el pelo corto y teñido de naranja, quería comprar una peineta de lunares blancos y negros para vestirse de mantilla el viernes santo. Entonces un pequeño guardián romano salió de su formación e introduciéndose sigilosamente por la boca de la mujer, llegó hasta las cuerdas bocales y con su pequeña lanza las manipulo para que no hablara y por lo tanto le fuera imposible pedir la barbaridad que se le había ocurrido.
Las tradiciones son para cumplirlas, el margen para salirse de ellas es escaso, por eso en tiendas como la de la calle Franco, siempre habrá una centuria para intentar por todos los medios que esto no ocurra. Lo que pasa es que en algunas tiendas no quieren gastarse el dinero en este pequeño pero efectivo ejército y por eso el Jueves y Viernes Santo, nuestra vista queda dañada cuando aparecen mujeres disfrazadas de mantilla.