Esperando el sol.

Esperando el sol.

Estoy seguro que el clima tiene una gran influencia sobre el carácter de las personas. El mío en particular, cambia ostensiblemente cuando aparece un día como el de hoy, me convierto en un ser nada locuaz y melancólico. Para colmo, he contribuido a que el plomizo día caiga con toda su fuerza sobre mi maltrecho espíritu, cuando al medio día he decidido ir a saciar el hambre a un restaurante de comida rápida. El menú que nos ofrece este tipo de restaurantes no es exquisito, pero de vez en cuando me apetece disfrutarlo, eso si, nada más terminar de saciarme impunemente de grasas saturadas, juro por todo lo que se pueda jurar, no volver a poblarla, para que al cabo de unas semanas vuelva a olvidarme de mis más sinceras promesas.

A parte de la comida saludable -sólo para la vista- el ambiente que se respiraba un domingo nada agraciado como el de hoy, no era nada recomendable para una pareja madurita y acostumbrada a las exquisiteces que les ofrece la oferta de nuestra ciudad. A este tipo de local acuden, principalmente los días de fiesta, parejas de mediana edad con niños pequeños que nada más entrar son obsequiados, por un camarero bien alimentado, con un magnífico globo de un sólo color. También, los habituales de este tipo de restaurantes son hombres, de mediana edad, que en su frente llevaba un cartel invisible que pone; «soy separado y hoy me toca comer con mis hijos».

En la mesa contigua a la mía, se encontraba sentada una pareja con un niño de aproximadamente unos 12 años de edad. Era curioso observarlos, pues ninguno de los tres hablaba entre si, se llevaron todo el tiempo comiendo y mirando al vacío. Por desgracia, esta no era la única mesa que se comportaba de la misma manera, más bien era un tónica general. ¿Tan difícil es hablar y compartir una conversación divertida en un restaurante que promueva la comida familiar?. Es algo que no he entendido ni he soportado nunca y más en un día triste y melancólico como el de hoy.

Según el pronóstico del tiempo toda esta semana será parecida, o sea, tiempo desapacible. Cómo dice el refrán: al mal tiempo buena cara, pues eso, a poner buena cara y desear que para el próximo domingo podamos estar disfrutando del sol en una terraza donde le den un buen corte de manga al colesterol y a las familias que no hablen entre sí.

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